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24 de noviembre 2011, mi llegada a Venezuela,

  • Foto del escritor: Julie ComptePro
    Julie ComptePro
  • 12 dic 2024
  • 3 Min. de lectura

Mi primer viaje en solitario por América Latina comenzó con un país tan fascinante como intrigante: Venezuela.

Era una novata, un poco perdida en mis ganas de descubrirlo todo, pero también llena de curiosidad y optimismo. Este viaje fue una aventura de libertad, aprendizaje y encuentros inolvidables.


Desde el momento en que llegué quedé cautivado por la calidez humana de los venezolanos, siempre dispuestos a compartir una sonrisa, una historia o un consejo. Entre estos momentos mágicos, estuvieron mis primeros pasos en la selva de Altos de Sucre , a tiro de piedra de Puerto la Cruz. La densa vegetación y los incesantes ruidos de los animales me sumergieron en otro mundo, lejos del tumulto de la vida cotidiana. Me sentí pequeña en medio de esta exuberante naturaleza, pero profundamente conectada a ella. Fue el comienzo de mis aventuras en un territorio que nunca imaginé conocer tan íntimamente.


Pero lo que realmente marcó mis primeros pasos en esta tierra fue el descubrimiento de las arepas . Estos pequeños panqueques de maíz, cubiertos con todo lo que puedas imaginar, rápidamente se convirtieron en un alimento básico en mi vida diaria.


Otro punto culminante de mi viaje fue la aventura al Delta del Orinoco . Había oído muchas cosas sobre este lugar mágico, pero nada te preparaba realmente para la realidad: un laberinto de agua y vegetación, poblado de vida silvestre. Tuve la oportunidad de pescar pirañas, una experiencia tan apasionante como un poco extraña. Salimos en canoa, deslizándonos por las tranquilas aguas, admirando el espectacular paisaje y compartiendo historias con los guías locales, quienes conocían cada rincón de la región.


También es aquí donde viví noches en una hamaca en el corazón de la selva, me quedé dormido bajo un cielo salpicado de estrellas. Había una magia indescriptible en esos momentos de tranquilidad, lejos del mundo moderno. Cada crujido del bosque, cada movimiento de los árboles, se convertía en una melodía tranquilizadora.


Uno de los momentos más destacados de mi aventura fue conocer a una encantadora pareja francesa. Me ofrecieron mi primera inmersión, ¡y no en cualquier sitio! Fue en el Parque Natural Mochima, un lugar sublime donde las aguas cristalinas nos ofrecieron un espectáculo de colores y vida marina que nunca olvidaré. La experiencia fue simplemente mágica, una inmersión en otro mundo, bajo la superficie del agua, en un ballet de peces y corales multicolores.


También fue con ellos donde conocí a un personaje tan entrañable como enigmático. Lo llamaremos Y, un hombre libre que vive en su VW Combi, cruza el país a su propio ritmo y busca aventuras en cada esquina. Su filosofía de vida tuvo un profundo impacto en mí. Y era un verdadero nómada y sus historias de libertad, viajes y descubrimientos me abrieron los ojos. Fue después de este encuentro que germinó en mí la idea de convertirme en un nómada libre. Quería esta libertad, esta sensación de poder vivir plenamente y aventurarme sin límites.


Y luego el camino continuó. Salimos de Venezuela, rumbo a Brasil, vía Gran Sabana. El camino, largo y sinuoso, ofrecía paisajes impresionantes. Cada giro, cada nuevo paso nos reveló un poco más de la belleza cruda y salvaje de América Latina.


Venezuela, con su energía, diversidad y naturaleza exuberante, ha sido una verdadera puerta de entrada a la aventura.


Esta primera etapa de mi viaje fue una mezcla de descubrimientos, desafíos y momentos de pura magia.



 
 
 

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